Macri, De Narváez y Alfonsín, algunos de los que se acercaron a expresar sus condolencias a la Casa Rosada. (Fuente: Jaime Rosemberg LA NACION)
Frialdad, indiferencia y algunas agresiones aisladas y específicas.
De esa manera fueron recibidos los referentes de la oposición que ayer se acercaron a la Casa Rosada para expresar sus condolencias por el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner.
El líder de Pro, Mauricio Macri; los radicales Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz; los peronistas Francisco de Narváez y Felipe Solá, y los socialistas Hermes Binner y Rubén Giustiniani fueron algunos de los opositores que se acercaron al Salón de los Patriotas a dejar un saludo a los familiares del ex presidente. Ninguno pudo saludar a la Presidenta, y la mayoría fue recibida de manera protocolar por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli.
Algunos recibieron insultos y soportaron un clima poco amigable, en un ámbito al que no pudieron acceder el vicepresidente Julio Cobos ni el ex presidente Eduardo Duhalde (de lo que se informa en la página 5), y al que Elisa Carrió se negó a visitar.
De Narváez fue el primer opositor en llegar. Poco después de las 11, arribó junto al diputado Gustavo Ferrari y su jefe de prensa, Mariano Mohadeb. Partió rápidamente luego de dejar sus condolencias a la Presidenta a través de Parrilli y sin hablar con ningún otro miembro del oficialismo.
Un poco más de suerte tuvo Ricardo Alfonsín, que llegó acompañado de su esposa, Cecilia Plorutti, y su hijo menor, Marcos. Luego de ser recibido en la explanada al grito de "Alfonsín, Alfonsín", se ubicó muy cerca del féretro de Kirchner y conversó con el peronista histórico Antonio Cafiero. Le dijeron que a la Presidenta "sólo la saludaban los mandatarios extranjeros". Alfonsín se cruzó con el presidente ecuatoriano Rafael Correa y su par uruguayo, José Mujica, antes de irse. Algo molestos con Alfonsín ("se cortó solo", aclararon por lo bajo), sus correligionarios aparecieron cerca de las 14. Eran 20 dirigentes encabezados por el titular del comité nacional, Ernesto Sanz; los titulares de los bloques legislativos, Oscar Aguad (Diputados) y Gerardo Morales (Senado), y el titular de la convención, Hipólito Solari Irigoyen. Se ubicaron a un costado, al lado del jefe de los senadores kirchneristas, Miguel Pichetto. "¿Qué hacemos?", preguntó Sanz. A pesar de haber acordado la visita con Aníbal Fernández, nadie les dio directivas.
"Lo mataron en vida"Un rato antes habían tenido la nota desagradable de la jornada. "¿Qué hacen éstos acá, que lo mataron en vida a Néstor?", les gritó la actriz Florencia Peña. Optaron por no contestarle, mientras Angel Rozas se quejaba: "Fui gobernador al mismo tiempo que él y no me dejan ni acercarme", refunfuñó. A la salida, fue Sanz el destinatario de los insultos de la multitud kirchnerista. Parecida incomodidad sufrió Felpe Solá, increpado por militantes kirchneristas.
Luego de debatirlo con dirigentes de confianza, Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada. Acompañado por el diputado Federico Pinedo y su vocero, Iván Pavlovsky, estuvo no más de veinte minutos y sólo se saludó fríamente con el diputado Agustín Rossi y el secretario de la Función Pública, Juan Manuel Abal Medina. No hubo insultos para él, aunque ni siquiera se cruzó miradas con la Presidenta. "Es lógico. Era un velorio y no somos amigos", resumió un dirigente cercano a Macri.
Sin Elisa Carrió, descansando en Córdoba, legisladores de la Coalición Cívica llegaron juntos a la Casa Rosada. Los recibió con amabilidad un ex ARI, el canciller Héctor Timerman, algo sorprendido por cruzarse con antiguos compañeros de ruta como Adrián Pérez y Horacio Piemonte.
Al caer la tarde, Ricardo López Murphy se acercó a saludar, sin recibir insultos. "Con eso ya nos conformamos", ironizaron cerca del ex ministro de Economía, que recibió el saludo de Fernández, un antiguo enemigo, y del ministro Julio De Vido.